¿El cancer tiene causas psicoemocionales?

Published on June 2 2018

¿El cancer tiene causas psicoemocionales?

El médico alemán Ryke Geerd Hamer postula que lo que llamamos cáncer no es sino un proceso biológico natural que el organismo pone en marcha como respuesta a un shock traumático inesperado que se vive en soledad y pilla a contrapié. Y que según la naturaleza del conflicto -afectivo, laboral, sexual, etc.- impacta en una u otra área del cerebro provocando una ruptura del campo electrofisiológico o electromagnético de un área concreta del mismo que, como consecuencia, altera el órgano que esa parte del cerebro regula.

Así que mientras dura el conflicto el cáncer se extiende. Sin embargo si el conflicto se resuelve el cáncer se detiene y el propio organismo lo hace desaparecer. Por lo que en muchos casos la mejor manera de curar un cáncer es actuar sobre el problema psíquico y emocional dejando a continuación que actúe la naturaleza.

Es más, para Hamer tanto los microbios como los virus son indispensables en la fase de curación. Obviamente no es partidario pues de radiar o de dar quimioterapia. Y sólo en casos extremos, cuándo está en juego la vida del paciente, justifica la cirugía.

El planteamiento de Hamer se basa en cinco leyes o postulados que podríamos resumir así:

1ª) Todo cáncer tiene su origen en un shock traumático inesperado que se sufre en soledad y le pilla a uno a contrapié.
Posteriormente Hamer se daría cuenta de que el tipo de problema y, sobre todo, la forma en que se vive el problema también está relacionado con el órgano que resulta afectado; relación a la que decidió denominar "colorido" del conflicto. Y que el conflicto psicológico impacta gravemente al cerebro lo demuestra que si se hace un escáner al paciente éste aparece reflejado en el cerebro en forma de diana.

Ahora bien, Hamer encontraría personas que aseguraban haber vivido un conflicto e incluso, estar viviéndolo en ese momento, comprobar que el escáner lo reflejaba y sin embargo no lo somatizaba. Y, por el contrario, personas que relataban haber vivido hacía tiempo un conflicto, haberlo superado, no haber tenido problema alguno durante esa fase y justo tras resolverlo aparecer el cáncer.

Un aparente contrasentido que conciliaría con una segunda ley a la que llamó Ley del carácter bifásico de las enfermedades según la cual “toda enfermedad sigue una evolución bifásica cuando el conflicto biológico que le dio origen ha sido resuelto”. Más conocida como Ley de la Simpacotonía y Vagotonía, viene a decir que a todo shock traumático inesperado le sigue siempre una fase de simpacotonía o fase activa del conflicto y otra de vagotonía o fase resolutiva o curativa del mismo.

Dicho de otro modo: tras todo conflicto biológico el cuerpo pone en marcha sus mecanismos internos naturales para resolverlo; es lo que Hamer llama fase fría o periodo de simpacotonía. Y a él le sigue la fase caliente o de vagotonía, terapia natural que ofrece la naturaleza y responde a la necesidad de descanso absoluto a fin de permitir al organismo recuperarse. Es en ella donde empieza la curación y que, paradójicamente, los médicos identifican con la enfermedad propiamente dicha ya que es cuando aparecen los primeros síntomas físicos evidentes. Síntomas que pueden ir desde inflamaciones hasta tumoraciones cancerígenas, algo que depende de la zona cerebral que se haya visto afectada.

En esta fase se inflama y llena de líquido tanto la zona del cerebro afectada como el órgano en el que se ha manifestado. Es un periodo en el que la persona siente gran fatiga, suda mucho y sufre fiebre, pérdidas de sangre y fuertes dolores. Síntomas que desaparecen tras sufrir el enfermo una crisis epileptoide que es la que indica que se ha producido la curación.

Cabe agregar que dependiendo de la patología –lo explicado no sólo ocurre con el cáncer- el enfermo puede llegar a un grado de máximo agotamiento con fiebre muy intensa que según Hamer es el “momento de la verdad”.

Hamer descubriría también que cada tipo de conflicto desencadena una manifestación diferente. Así, cuando hay conflictos que afectan a la motricidad la crisis no es epileptoide sino epiléptica (con las convulsiones conocidas). Asimismo constató que en la primera parte de la vagotonía los síntomas son tolerables, en la segunda se incrementan y en la tercera parecen alarmantes. Es cuando se suele recurrir al médico, cuando se hacen análisis, los valores sanguíneos aparecen alterados y los marcadores tumorales pueden estar disparados si los tumores aparecen en tejidos procedentes de la capa embrionaria mesodérmica moderna o ectodérmica.

Obviamente ante ese cuadro los médicos se alarman porque no pueden entender que esos síntomas lo que indican es que el problema está resolviéndose, no agravándose. El mensaje de ese proceso biológico natural es el de “descansa, reposa, permanece quieto”. Porque esa crisis -epiléptica o epileptoide- no es sino el sistema que utiliza la naturaleza para evacuar los edemas a nivel cerebral y orgánico ya que se trata de la situación más peligrosa.

Según Hamer así pasa de hecho con el cáncer pero también con la neumonía, el infarto de miocardio, la embolia pulmonar, el asma severo agudo y otras patologías graves. En la etapa de vagotonía hay pues un breve periodo en el que se vuelve al estado de simpacotonía y tiene lugar una vasoconstricción -que aprieta y ayuda a evacuar el edema-, especialmente a nivel cerebral. Luego, tras la crisis epileptoide y dependiendo de la magnitud del problema, la persona entra en una fase de poliuria (emisión de gran cantidad de orina durante cierto periodo de tiempo) y puede también aparecer fiebre y sudoración, medios naturales que el cuerpo tiene para enfriarse, para modular su temperatura. Es pues cuando se puede ayudar al organismo aplicando compresas frías a nivel local y cerebral.

La tercera ley se conoce como Ley del sistema ontogénico de los tumores y enfermedades afines. Y viene a decir que cuando el shock traumático inesperado que se vive en soledad impacta durante la fase activa del conflicto en una zona perteneciente al cerebro antiguo aparecen tumores en los órganos que proceden tanto del endodermo como del mesodermo antiguo (glándulas y capas protectoras como la pleura, el peritoneo, la dermis...) mientras que si impacta en una zona del cerebro moderno lo que se producen son necrosis o ulceraciones en los órganos relacionados con el mesodermo moderno y el ectodermo (huesos, ganglios, piel, tubos excretores de las diversas glándulas, bronquios, conductos biliares y pancreáticos, píloro, curvatura menor del estómago...).

Hamer descubriría también que durante la fase de curación -o de vagotonía- los tumores producto de la proliferación celular en la primera fase- son eliminados por las micobacterias. Mientras otras bacterias y virus producen todo lo contrario -o sea, proliferación y “relleno celular”- cuando existen necrosis o ulceraciones producidas en la primera fase de la enfermedad. De ahí que Hamer asegure que los llamados carcinomas y sarcomas son en realidad fases del proceso curativo del organismo. Siendo ese programa biológico natural de sanación, paradójicamente, lo que los oncólogos, en su ignorancia, combaten.

La cuarta ley de Hamer se conoce como Ley del sistema ontogénico de los microbios y explica que en realidad los microbios son indispensables en la fase de curación. Según él los hongos y ciertas bacterias y micobacterias tienen como función principal eliminar los tumores producidos durante la fase activa mientras otras bacterias y algunos virus ayudan a restaurar las necrosis o ulceraciones. Y, por tanto, es una barbaridad combatirlos.

Los virus, por ejemplo, transportan las proteínas y sustancias nutritivas que el organismo utiliza para rellenar las úlceras. Lo que explica, por ejemplo, que sólo contraigan una “enfermedad viral” las personas que llegan a una fase de resolución, a una etapa de vagotonía. Y que nunca haya infección por virus o microorganismo alguno en la fase de simpacotonía. En suma, según Hamer los microbios ayudan a hacer desaparecer los tumores y a reconstruir los tejidos cuando hay úlceras o necrosis. Son pues aliados, no enemigos a combatir.

Cabe añadir que tras las crisis epileptoides o de curación el cerebro conserva aún algo de edema. Edema residual con un sentido biológico muy profundo -especialmente en los casos donde aparecen tumores- porque va a permitir que se evacue o se enquiste la tumoración. Es decir, dependiendo de la hoja embrionaria donde esté asentado el tumor éste puede desprenderse y ser evacuado o enquistarse quedando bien delimitado.

Ahora bien, según Hamer hay personas que pueden morir en esta fase; posibilidad que depende de la gravedad y del órgano lesionado. Por eso es importante conocer el momento en que se produjo el shock traumático y cuándo comenzó la resolución del conflicto. Es el caso por ejemplo del infarto de miocardio -que corresponde a una enfermedad no cancerosa tal como la entendemos convencionalmente- porque si el “conflicto de territorio” ha durado más de nueve meses puede ser mortal. De ahí que sea tan importante actuar con cautela ante estas situaciones.

Agregaremos que en las crisis de curación el enfermo se encuentra muy fatigado. Es una fase exudativa en la que el organismo limpia o expulsa lo que no necesita. Y como el cuerpo requiere mucha energía para terminar de reparar y limpiar la zona dañada se impone un descanso –fase de vagotonía- imprescindible. Es una fase en la que el paciente debe estar bien cuidado porque se halla muy sensible y receptivo siendo por ello muy vulnerable a caer en otro conflicto biológico. Además durante la misma puede sufrir mucho dolor.

Se trata pues de una fase en la que paciente debe entender bien que lo que le está pasando es un proceso natural curativo y debe ser paciente. Suele durar entre mes y mes y medio.

La quinta y última ley biológica postulada por Hamer es la denominada Ley de la quintaesencia o de comprensión del sentido de la enfermedad. Y viene a resumir que ésta no es sino un programa especial que pone en marcha la naturaleza y tiene un profundo sentido biológico: el de que detrás de todo malestar, dolor y trastorno hay un mecanismo de la naturaleza que nos brinda la oportunidad de recuperarnos. Pero, sobre todo, que basta comprender la situación vida y asumirla para se inicie el proceso de curación. Afirmando que ello es así porque es la psique la que regula nuestro comportamiento y da lugar a los conflictos siendo el cerebro un mero “ordenador” que a la vez que controla las funciones orgánicas puede somatizar lo que sentimos y pensamos. Y viene a decir también que no hay enfermedades “benignas” o “malignas” y que aunque todas ellas se pueden llegar a manifestar a nivel biológico cada una de ellas tiene siempre una razón profunda que va más allá de lo puramente físico.

Toda “enfermedad” debe ser pues considerada una especie de suceso teleológico, es decir, un proceso que tiene un claro propósito. Por eso cuando una persona logra solucionar plenamente el conflicto que le ha provocado su malestar el problema de salud que padece termina resolviéndose. Y si no lo logra la sanación no se consigue. En otras palabras, Hamer se ha limitado a constatar que tanto la enfermedad como la curación dependen casi siempre en realidad de nosotros mismos. Aunque no lo queramos asumir.

El resumen de este singular y novedoso planteamiento de la salud y la enfermedad lo daría a conocer el radiólogo italiano y cercano colaborador de Hamer, Marco Pfister, en la ponencia que dictó durante el I Congreso Internacional sobre Tratamientos Complementarios y Alternativos en Cáncer que se celebró en su día en Madrid (España) bajo el patrocinio de la revista española Discovery DSALUD.

Repost0
To be informed of the latest articles, subscribe:
Comment on this post